domingo, 1 de julio de 2007

* ETIQUETA-LA IMAGEN


La creciente complejizacion de las ciudades trajeron consigo la creación de una serie de normas para regir la vida de la comunidad.
Sin embargo, los recientes cambios sociales exigen la abolición de muchas de ellas y el establecimiento de otras más acordes con los tiempos que corren.

Abrirle la puerta a una dama, ceder el asiente, utilizar los cubiertos de afuera hacia adentro. ¿Para que sirven todas estas normas de cortesía?
¿Vale la pena conservarlas? Bueno, en principio debemos tomar en consideración que estas no fueron establecidas por azar. Los llamados “buenos modales” nacieron con el fin de conseguir mecanismos para lograr una convivencia mas armoniosa entre los miembros de una comunidad. Claro, también es cierto que las normas de la etiqueta llegaron a ser tantas y variadas que estos tiempos de corre-corre comenzamos de deshacernos de gran parte de ellas, por falta de tiempo para atenderlas todas.

En realidad, muchas de estas reglas son reliquias de los tiempos en que la sociedad estaba desmembrada en clases. Entonces vestimenta y modales servían como distintivo y para mantener las distancias. Sin embargo, la compostura siempre surge por una razón práctica, pero pierde significado al desaparecer la razón de su origen. Por ejemplo, hoy en día no importa si una mujer camina a la izquierda del hombre que lo acompaña, si lo hubiera hecho hace cien años, se habría sentido importunada por el sable del caballero.

Las normas de etiqueta no implican poses anticuadas, sino más tacto en el trato social. Si tomamos en cuenta que cada vez estamos más apretados en este planeta, guardar las formas se convierte en prioritario para sobrevivir. Los antropólogos han desarrollado las teorías mas dispares acerca del comportamiento de nuestros antepasados. Hubo una época en que se pensó que habían llevado una vida absolutamente paradisíaca, libre de convenciones sociales. Luego se les considero salvajes, casi unos animales. Mas tarde, aquella silvestre existencia paso a ser reglamentada, quedando encasillada en un sin fin de rituales mágicos.

Pero, el antropólogo Bronislaw Malinowski (1884-1942), después de muchas investigaciones, concluyo que el motor de los diversos ritos de las comunidades primitivas no era tanto la superstición colectiva como ciertas razones de tipo práctico. Una prueba de ello la tenemos en las islas Trobriand, al noreste de Nueva Guinea, donde el investigador descubrió que los pescadores dependían de las verduras que cultivaban los agricultores, mientras que a estos les pasaba lo mismo con el producto del trabajo de los hombres del mar. De esa forma, el trueque entre ellos se vio envuelto en un ceremonial de estricta observancia: pescadores y campesinos se revelaron como expertos tesoreros y contables y consideraban ridículas y grosera cualquier infracción de los buenos modales.

CORTESIA Y DIPLOMACIA:

La cortesía aumenta la autoestima en el prójimo, permitiéndole aproximarse a una imagen mas positiva de si mismo. Al elogiar a alguien, estamos demostrando que, como seres sociales, dependemos del aprecio del prójimo, revalorizando con ello los vínculos que nos unen.

Hay quienes piensan que un gesto de fingida cortesía equivale a una mentira. A mediados del siglo XVII se aseguraba que un cumplimiento sincero debía salir del alma para que las palabras produjeran efecto. No obstante, ética y buenas maneras comenzaron a distanciarse durante el proceso de secularización, aprovechándose la diplomacia para sellar alianza que mas tarde eran quebrantadas.

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